sábado, 6 de octubre de 2012

La mar estaba serena

Mi primo Juan estaba cerrando el bolso. Transpirado y lleno de acné, me miró por encima del cierre, haciendo fuerza, empujando para que terminara de cerrar.
- Sos un cagón.
- Déjame de joder, no soy un cagón.
Suspiró agotado terminando de cerrar la cremallera del bendito bolso.
- No te vas a animar. Como el año pasado y el otro. Y el otro también.
- De qué me hablás, nene? Quién te pensas que soy?
- Un pelotudo de 17 años. Y un cagón
Iba a darle una trompada cuando mamá abrió la puerta para apurarnos.
El viaje iba a ser largo y tedioso. O tal vez, breve pero eterno por la incomodidad. Papá conocía el camino a la perfección. 15 años veraneando en la misma playa. El Renault 12 llegaba solo a San Clemente. El olor a mar lo llamaba. Y papá solo dejaba que el auto fuera yendo a su destino. Dándonos la impresión de ser él quién manejaba. Con movimientos suaves, se estacionó frente a la casa. Juan dormía. Enojado con su camisa nueva manchada con Coca Cola y los pies hechos un bollo debajo del asiento de mamá. Yo no dormí, claro que no. No soy un cagón pero Juan me empujaba a llamar a mi hombría, a demostrárselo todo el tiempo. O mejor dicho, de las formas más humillantes que se ocurrieran. Pero esta vez era distinto. Los dos sabíamos que era así. Una travesura es solo una travesura o es una venganza. Cuál era el delicado límite entre ellas? Es cierto, el viejo nos tenía podridos porque era un hijo de puta. Olía mal, a un cigarrillo pestilente y a unos dientes que no conocieron épocas mejores. Pedante en su actitud hosca. Ajeno a sus clientes, a la emoción de esos novios o padres o niños pero casi siempre hombres que buscaban con acertar la puntería en un blanco reforzar una tarde hermosa, corridos por el mar y el sol, con panzas rellenas de churros y los pies con arena. Un rifle y tres tiros. Un blanco pequeño a la distancia. Unos trofeos que denostaban autenticidad en la práctica se veían descoloridos y con nombres borrosos cuando no ya ilegibles. Incorroborrables. El rifle 3 y 4 tenían la puntería recontra desviada. Imposible. Con el 7  y el 9 era unos centímetros más en condiciones. Por lo tanto Juan y yo hicimos unos cálculos matemáticos relacionando la distancia de la mira con respecto a la punta del rifle y la trayectoria de la bala para que la brisa del mar a las 6 de la tarde la besara y esta cayera en su destino. El puto blanco.
Nos costó años hacer todos los experimentos y cálculos necesarios para concluir que era casi imposible, pero la afrenta era impostergable. Así lo charlamos el año pasado, casi todo el viaje de ida a la costa. Era un dedo en el orto de nuestro hacernos hombres, esto de saber que los cobardes son despreciados. Y también los imbéciles, los pelotudos que no le pueden acertar a un blanco de mierda en 9 años. De ninguna manera. Así lo charlamos y el primer día nos apostamos estratégicamente para observar a los embaucados. El viejo era inmutable. En la punta del mostrador fumaba unos cigarritos apestosos, cobraba sus dos pesos y cargaba los rifles, prendía el blanco de una soga con un broche y lo llevaba hasta el fin del local, unos 10 metros. Todos erraron. Nos quedamos sin dormir aunque fuimos un rato a la playa. Fumamos un cigarrillo a escondidas mientras sacábamos cálculos y especulaciones. Diseñamos las medidas del local y corregimos detalles de distancias con respecto a la posición de los pies y el mostrador.
Los 15 días de vacaciones fuimos fielmente a intentarlo.
Erramos todas.

De regreso sentía en la ropa el olor al cigarrillo del viejo de mierda y me daba asco. Lo miré a Juan abatido y me asustó un poco su cara hinchada de rabia.
- El año que viene lo matamos
- A quién
- Al viejo
- Qué? Vos estás loco?
- No seas pelotudo y habla en vos baja
- Qué estas diciendo? Nosotros no podemos hacer eso. No somos asesinos
- Sos un cagón
- No soy un cagón. No soy un asesino
- Sos un cagón. Lo mato yo. Agarras las mismas cuentitas que te rompiste el culito para hacer y en vez de devolvérselas al culo, que es donde te las ibas a meter, las cambias un poquito, estiramos el compás, le saco la distancia al rifle y pum!! A la mierda tu viejo, tan piola.
Me dio vuelta la cara y no volvió a hablarme en todo el viaje. Yo estaba muy asustado. Estaba hablando enserio. Estaba hablando en serio...

El año fue aburrido, como casi todos. Alicia me besó, eso estuvo bueno. Seguro vamos a ponernos de novios cuando terminen  las vacaciones. Ella se iba a Miramar. Quedamos en intentar cruzarnos por Mar del Plata, pero estaba difícil. El colectivo era muy caro y llevábamos poca guita. Tenía que convencer a mi viejo de viajar solo y no estaba seguro de que me dejara. Juan podía acompañarme, pero la verdad era que me gustaba estar solo con ella. Esos besos me dieron sensaciones extrañas, que me encantaron. Sin saber si iba a poder verla, estaba un poco triste o distraído  pensando en su cara. Era hermosa, su nariz parecía dibujada por un artista, unos ojos enormes que se encendían al verme. Era hermosa. Alicia
- Pelotudo, se te está armando la carpa antes de llegar a la arena. Jajajajajajajaja!!
- Shhhhhhhh, callate. Jajajajajajaja!!
- Estas echo un pajero
- No, boludo, estoy enamorado
- Jajajajajajaja! Enserio? Lo felicito, señor pelotudo de quién entonces?
- De Alicia
- La petisa? Mirá vos! Lindo culo, te digo con todo respeto
- Sí, lindo culo
- Che, hablando de culos, ahora debes estar más cagón que nunca, no?
- Qué decís? Dejame de joder con boludeces
- Cuando le de el corchazo al viejo vas a ver que eran boludeces. Todo lo que hiciste en tu vida eran boludeces. Yo voy a ser un hombre y vos vas a seguir haciendo boludeces. Voy a coger como un hombre y vos vas a juguetear con tu pitito haciendo boludeces, noviecito del año

Bajamos del auto y mamá estaba contenta, se puso bronceador y nos insistió en ir a almorzar al mar. Así, recién llegados de tanta ruta y polvo, que el mar nos refrescara. Estuvimos de acuerdo y armamos unas viandas y la carpa. Llegando a la playa, vimos que estaba abierto el local.
- Vayan yendo que los alcanzo, dijo Juan
- Yo voy después también, má.
Mi vieja asintió con la cabeza y los vimos irse riendo hacia los médanos.
Juan caminaba callado y decidido. Quise decir algo que lo convenciera.
- Juan
- Cállate. No hablo con cagones
Entró decidido al local que estaba vacío. El viejo prendía un cigarrillo. Estaba más viejo. El invierno había sido duro. Y el local estaba vacío. Nos miró con un dejo de simpatía. Deberia reconocernos o supondría que enfermizamente intentaríamos todo el verano acertar al blanco y le salvaríamos el local.
Juan se acomodó con los dos pesos en la mano mirándolo fijo. No hablaba. El viejo ni se movió. Me acerque y le saque los dos pesos a Juan de la mano y se los di al viejo. Juan me miró enfurecido y agarré el rifle 7.
- Yo Soy Un Hombre
Apunté con un poco de temblor. Debía simular que apuntaba al blanco más a mi derecha, pero dejar que la mira apuntase un poco más a la mitad del cuadro. Un giro de talón de 10°. Simple
Disparé
Abrí los ojos despacio y pude ver aún el humo. Juan estaba pálido, junto a mi. El viejo yacía junto al mostrador con la cara desencajada. Las manos apretadas al pecho. Un violáceo profundo tomaba su boca entreabierta. Los ojos desorbitados se apagaban rápidamente. Un cigarrillo a medio terminar se le había caído cerca de las cejas.
Corrimos desesperadamente a la calle. A mitad de cuadra las lágrimas no me dejaron seguir corriendo. Paré y empecé a pedir ayuda a los gritos. Llorando. Juan me escuchó y frenó también. Lloraba inconsolablemente. Grité y pedí ayuda. Como pude les dije que el viejo estaba muerto. Corrieron al local y llamaron a una ambulancia. El viejo estaba muerto, un infarto. Nos abrazamos como hermanos, Juan temblaba como un loco.
- Viejo de mierda, Juancito. Tenía que morirse solo. Tenía que morirse solo.
En la pared, detrás del viejo, detrás de su figura erguida, un balín de plomo nos miró con picardía
Despacio fuimos apartándonos hacia la playa.
No muy lejos, la carpa de papá se reconocía.
Corrimos un poco menos tristes.
Mamá me abrazó y me dejé abrazar. Debió parecerle raro porque me abrazó con más fuerza. Sentí el llanto nuevamente.
- Comete un sanguchito de miga, mi amor. Te habrás insolado un poco. Hay que tomar mucha agua en verano
- Si, má. Sí, má.

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