viernes, 8 de mayo de 2009

La patada en el culo VII

Después de la tercer cerveza siempre nos daba por cantar tangos y darnos besos. Nos queríamos tan de mentira que terminábamos llorando por tu mujer o mi marido. Porque no estaban. Porque se iban. Por esas camas enormes dónde del otro lado de un desierto dormía alguien que nos había conmovido.

Borrachos, blasfemando contra la moral y las buenas costumbres, emprendíamos sin remedio el camino de la sinceridad: Nos sentíamos dos cretinos.

Suspiré hondo y sospeché que comenzaba a explorar un límite.

- Mejor te vas a tu casa. Te estarán esperando.

Bajaste la cabeza y la tristeza se te escapó de los ojos. Con un poco más de silencio hubiéramos oído como algo se quebraba. Me miraste de costado.

- Yo puedo, perfectamente olvidarme de vos, querida. Es más, puedo fingir que nunca me importaste, sabés?

- Confío en eso.

Te sonreíste un poco. Me fui rápido, casi corriendo. No porque fuera tan importante que no me vieras llorar sino que ya salía el último tren y hacia frío para seguir llegando tan tarde a casa. Mucho más frío.

3 comentarios:

gustavo h mayares dijo...

Ey! Me gustan tus patadas en el culo (y no es que se masoquista), alguna más que otra pero en general... bien. Incluso una me hizo reír. Supongo que también te ayuda a exorcizar asuntos todavía pendientes, aparentemente. Pero también supongo que el desamor es el tema eterno de toda la literatura. Te sigo queriendo.

gustavo h mayares dijo...

Me acordé! La que me hizo reír fue la del apetecible sobrinito del cuñado. Je je je

la Harych dijo...

uy! resulta que a mí me dan tristeza ¿qué cosa no? y la pregunta del millón ¿porqué buscamos relaciones que no nos llevan a nada má que dolor? ¿muy tanguera? bue... shh! es secreto es que cuando algo nos atrae mucho¡huyamos por el foro! porque seguro seguro nos caga...
Ufa me cansé de yo
Un beso
Vivi